sábado, 15 de octubre de 2011

Ciudadanía y Estado de Bienestar

NACIMIENTO DEL ESTADO DE BIENESTAR
Se considera que la política social aparece con el nacimiento del estado moderno producto de tres factores diferentes: las revoluciones francesa y americana, la revolución industrial y la revolución ilustrada y el nacimiento del pensamiento científico, momento en el que aparecen los estados que deciden intervenir en materia social, por contraposición al estado feudal del que se procedía.
Es en este momento cuando se inician una serie de acciones por parte del estado que producirán el paso progresivo de la caridad a la beneficencia y de esta al estado de bienestar.
Si bien la implantación de estas políticas es desigual, según países y momentos, sí se pueden destacar dos hechos fundamentales de referencia, uno a nivel internacional y otro local:
  • Otto von Bismarck que implantó en la Alemania del último cuarto de siglo XIX una política de seguridad social, superando sistemas de caridad y de beneficencia.
  • En España cabe señalar la aparición de la Comisión de Reformas Sociales, que fue un órgano gubernamental de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que sirvió para estudiar las condiciones de la clase obrera y proponer reformas de carácter legislativo en defensa de la clase trabajadora. Dio paso a la creación del Instituto de Reformas Sociales, antecedente del Instituto Nacional de Previsión y del Ministerio de Trabajo de España.
El germen de lo que hoy se conoce como estado de bienestar tiene su origen en un sistema que se fundamenta en un principio asegurador, con el establecimiento de obligaciones contributivas a los trabajadores y a los empresarios, con los que el estado inicia acciones protectoras de sus ciudadanos (sanidad, educación, servicios sociales, etc.) y configuran el sistema conocido como socialdemocracia. Este sistema alcanza su mayor fuerza en torno a la II Guerra Mundial (Plan Beveridge) hasta la crisis económica en la década de 1970 cuando los estados se liberalizan delegando dichas provisiones en el mercado y la aparición del tercer sector.
Como ya se introducía es difícil identificar un momento y una acción concreta del nacimiento de las políticas sociales, no solo por la diversidad de “momentos sociales” de cada estado, sino por la dificultad de definición de lo que son. Se puede realizar una aproximación desde cuatro puntos diferentes:
1.   Ideológicamente, según el modelo se puede situar en algún punto de un continuum acotado entre el principio de individualidad o de colectividad (participación del individuo o el estado en la implantación de la política social) que configurarán las visiones liberales y socialistas.
Por poner un ejemplo se podría poner de un lado el sistema liberal estadounidense y del otro el sistema seguido por los países de la órbita comunista, estando por el medio sistemas como son el francés, el español o el nórdico europeo, por poner unos ejemplos.
De todas formas la política social no son estáticas y van evolucionando y cambiando a lo largo del tiempo.
2.   La definición de la política social como sistema de acción de la sociedad se puede entender como una forma de acción reflexiva de la sociedad sobre si misma o como una gestión de la estratificación. Es importante señalar las cuatro grandes concepciones de la política social, que explican tanto el motivo que las induce como la modalidad de la misma que se han dado a lo largo de la historia:
§  Asistencial (benéfico-caritativo de corte religioso).
§  Control social (despotismo ilustrado.)
§  Mantenimiento del sistema (marxista).
§  Derecho social de ciudadanía.
Este último es el que más se aproxima al concepto de estado de bienestar por encontrarse este último en íntima relación con el concepto de ciudadanía que se explicará más adelante.
3.   Desde la perspectiva del nacimiento y desarrollo de la disciplina existen dos tradiciones que ayudan a centrar el problema de la definición, la alemana, racional y orgánica como orden y justicia sobre una sociedad entendida como conjunto de articulado y plural de formaciones sociales, y la inglesa, con una visión pragmática, individualizada y estatal de la política social como acción de crecimiento económico-social de la sociedad entendida esta como esfera donde se confrontan  intereses individuales y colectivos.
4.   Por último está la concepción de la política social desde un sentido estricto o lato (específico y difuso). En la primera la política social debe caminar hacia las raíces de la división social del bienestar superando tanto la óptica limitada de una concepción sólo redistributiva (anti-económica), como la de una concepción que la reduce a la “administración social y la óptica de la segunda es la de la construcción social del bienestar, y la perspectiva adoptada está en la extensión y la integración de los tres sectores clásicos de bienestar (identificados como bienestar ocupacional, fiscal y de los servicios sociales), con las iniciativas realizadas en los otros sectores (no públicos), concretamente el tercer sector y las redes informales
La clasificación de los modelos de política sociales es también compleja, pero se podrían realizar en función de dos grandes tipologías empíricas de la política social que se basa una en el mayor o menor grado de intervención regulativa del estado (normativa) y la otra en función de modalidades de concepción e implementación (operativa):

Modelo residual
- Intervención estatal
Normativa
Modelo adquisitivo-perfomativo
ñ
(según fuerza de regulación social)
Modelo institucional-redistributivo
ò
Modelo total
+ Intervención estatal




Programas condicionales
Trabajo en programas aislados
Operativa
Programas evolutivo-incrementales
ñò
(según concepción e implementación)
Programas relacionales
Trabajo en red




LA CIUDADANÍA COMO PIEZA CLAVE EN EL ESTADO DE BIENESTAR
El concepto de ciudadanía es fundamental para entender el proceso de creación del estado de bienestar porque es la configuración del individuo ante el estado y la perspectiva que este tiene del individuo.
La ciudadanía se puede definir como el conjunto de derechos y deberes que vinculan al individuo la plena pertenencia a una sociedad (T. H. Marshall, 1950). Estos derechos se dividen en tres grandes grupos que se fueron adquiriendo de forma progresiva a lo largo de los tres últimos siglos:
  • Derechos civiles (S. XVIII): Derechos necesarios para la libertad individual: libertad de expresión, de pensamiento, de religión, de propiedad, a la justicia, etc. (con la institución de referencia en los tribunales).
  • Derechos políticos (S. XIX): Derecho a participar en el ejercicio del poder político como miembro de un cuerpo investido de autoridad política o como elector de tales miembros (las instituciones de referencia son los parlamentos y concejos).
  • Derechos sociales (S. XX): Derecho a un mínimo bienestar económico y seguridad a participar del patrimonio social y a vivir la vida como un ser civilizado conforme a los estándares corrientes en la sociedad (basados fundamentalmente en las instituciones del sistema educativo y de servicios sociales).
Esta definición y teoría indica que cada derecho se ha ido desarrollando en vinculación con el anterior y a su vez progresivamente con el posterior, de forma que los derechos civiles evolucionaron a la par que los políticos y ambos junto a los derechos sociales. Un buen ejemplo para explicarlo es el resultado de la comparación de la aparición de los derechos y su consecución por parte de la mujer, que, por ejemplo,  su acceso a los derechos políticos se dio con un considerable retraso respecto al de los hombres mientras evolucionaban los derechos civiles.
Cabe señalar que esta concepción de la ciudadanía está realizada en función del sistema británico, con su configuración social y legislativa (tradición sajona y protestante de las relaciones sociales), pero conceptualmente aceptada.

VIEJAS Y NUEVAS DESIGUALDADES
La ciudadanía se produce cuando se desarrolla un sistema económico capitalista que produce desigualad de clases, de ahí que se vincule a los momentos de las revoluciones políticas (Francia y Estados Unidos), la industrial y la ilustrada, como se introducía en el apartado anterior, porque es un elemento que pretende corregir dichas desigualdades sociales que introduce el mercado.
Con esta relación se vincula en concepto de ciudadanía a los conceptos de sistema capitalista y de desigualdad de clase. Si bien se ha encontrado una relación entre ambos conceptos es preciso saber en cómo se ha llegado de uno a otro, porque es en este proceso dónde reside la importancia de la definición de ciudadanía (es tan importante su definición como en cómo y desde dónde se llega): es el instrumento de los estados a través del cual se quieren corregir el conjunto de desigualdades, o como dijo Marshall: la ciudadanía y otras formas externas a ella han alterado la estructura de la desigualdad social.
La relación entre ciudadanía y desigualdad de clase gira, entonces, exclusivamente sobre el concepto de desigualdad económica producida por las relaciones de producción de las sociedades capitalistas. Esta situación explica porque las iniciativas de Bismarck y por Beveridge no convirtieron sus estados en auténticos estados sociales, porque no corrigieron las desigualdades sociales, en todo caso las paliaron en lo referente a las relaciones laborales (contrato de trabajo) y muestra de ello son las desigualdades persistentes en aquellos campos no vinculados a temas económicos persisten al margen de sus iniciativas de “políticas sociales”. Esto se produce porque el escenario capitalista en el que se desarrolla es desigualitario en todas sus dimensiones.
El estado social mediante políticas redistributivas que entendemos como estado social, quiere evitar la fractura que conduzca a la pérdida de cohesión social; por lo que las políticas sociales públicas son intervenciones por parte del estado para consecución de paz y cohesión social, no para reducir las desigualdades sociales, contradiciendo el propio concepto de ciudadanía .
El producto del plan Beveridge (por ser considerado la primera piedra de la construcción del estado de bienestar en en Siglo XX) se centraba en el pilar del trabajo para mantener el propio pilar de trabajo, no el resto de los derechos sociales: facilitar la incorporación al trabajo, evitar la pérdida de trabajo, sostener parcialmente los costes de la imposibilidad temporal de acceso al trabajo, etc. pero no atendía las necesidades de quienes no presentan las condiciones negativas señaladas, solo la incapacidad para formar parte de la vida productiva. Por lo tanto no es un estado social y la ciudadanía estará incompleta hasta que no sea aplicada a aquellos individuos que les resulte ajeno.

RETOS DEL ESTADO DE BIENESTAR EN EL SIGLO XXI
Dado lo expuesto hasta ahora y partiendo de la actual crisis económica resulta evidente que el reto del estado de bienestar en el siglo XXI tiene dos vertientes:
  1. Sostenimiento económico
  2. Ampliación de la ciudadanía o creación de la ciudadanía real.
En el primer plano se barajan los diferentes sistemas de sustento económico del propio sistema social, que bien partiendo de una perspectiva más o menos liberal en mayor medida se encaminan hacia modelos mixtos (tanto en sistemas como el estadounidense como en el nórdico europeo) donde se combina la gestión del estado con la participación del mercado y la ciudadanía a través de su organización social: el tercer sector (que es uno de los pilares básicos de los estados modernos democráticos, condición básica para un estado de bienestar porque reconoce los derechos civiles, políticos y sociales). Esto evidentemente bajo un fuerte sistema de control y evaluación por parte del estado que evite los sesgos del mercado.
En el segundo punto está el asunto que se criticaba en el apartado anterior, la ausencia de una ciudadanía real, bien por sistema de control social, bien por manipulación de los agentes que controlan el mercado. Es un reto para el estado de bienestar del Siglo XXI la creación de un sistema que se aleje del centralismo en los medios de producción y se centre en los individuos de la sociedad como objetivo.
En este aspecto siguiendo el mismo procedimiento de Marshall que explicó el proceso de construcción de ciudadanía en base a los reconocimientos legales de un país, el modelo de bienestar contemporáneo se tiene que basar en los mismos grandes grupos de reconocimientos pero teniendo en cuenta la deslocalización y transversalidad del concepto de ciudadanía, pasar del estado de los siglos XVIII XIX y XX al mundo globalizado del Siglo XXI.
Así mismo aparecen también nuevas desigualdades que, como ya se ha comentado, no se desarrollan en el entorno económico sino en factores externos de status: género, raza, origen, edad, etc.

Ciudadanía limitada de la mujer:
Mujeres y hombres tienen sobre el papel los mismos derechos y deberes que han fomentado el acceso de la mujer a la esfera pública, realizado esto con gran éxito, pero que presentan dos caras negativas:
  • El detrimento de la esfera privada en comparación con la del hombre.
  • La dificultad de autodeterminación personal de la mujer.
Ciudadanía negada de los menores:
Si bien los menores son ciudadanos tutelados por los ciudadanos mayores no tienen el espacio de intervención social que les permita actuar sobre un estado de bienestar que ellos no disfrutarán y es determinado por sus predecesores lo que en momentos de recortes sociales como los que se están realizando ahora implica una negación de su ciudadanía a priori y en aras de sí misma.

Ciudadanía esperada de los emigrantes
Este ejemplo es contradictorio con la concepción determinante de la ciudadanía basada en la contribución económica a la sociedad. Las personas emigrantes aportan esa “cuota para la ciudadanía”  pero les es negada por su propia condición colocándolos en posiciones inferiores de la sociedad.
Conclusiones
El concepto de política social y por ende el de estado de bienestar parten de la construcción de la ciudadanía, el problema en base a qué sistema se ha construido es el que le hace no solo estar en crisis, sino en no ser real. La construcción real se ha de hacer en lo que Marshall concibió como derechos sociales y no solo laborales.

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